Últimamente oímos hablar mucho de
la cultura del esfuerzo. Pero ¿qué es exactamente?
Vivimos en una sociedad cada vez
más compleja, con un mercado laboral más complejo y cambiante en el que cada
vez se requiere mayor especialización para ocupar determinados puestos de
trabajo en las empresas, nuevos conocimientos y nuevas aptitudes.
Esa especialización sólo se consigue TRABAJANDO y ESTUDIANDO. No sólo
estudiando, sino estudiando de forma activa, adquiriendo no solo conocimientos
sino también habilidades
que nos diferenciarán de ser un mero estudiante “con título” de un profesional
que sabe desempeñar su trabajo, sabe tomar las decisiones adecuadas y sabe
poner en práctica sus conocimientos. Aquí juega un papel muy importante la ACTITUD, para adquirir todas las
habilidades y aptitudes necesarias.
A menudo, solemos oír frases del
tipo “desea y se te concederá”, “si lo deseas mucho el universo hará que se te
haga realidad”, o “que dios o el universo te ayude”. No pretendo entrar en
ideas espirituales, porque pueden ser perfectamente compatibles con el trabajo
y el esfuerzo.
Lo que quiero decir, es que si me
quedo en casa deseando y esperando a que llamen a mi puerta, el trabajo no
llegará y ese reconocimiento profesional que ansiamos no llegará, somos
nosotros los que debemos hacer todo lo necesario para conseguirlo.
Cuando vemos a alguien que ha
triunfado en su trabajo o alcanza objetivos muy altos, solemos pensar “qué
inteligente es”, “qué suerte ha tenido” o “quién habrá sido su padrino”.
Hasta los más inteligentes y
premios Nobel, han dedicado largas horas a su trabajo y nada les vino dado.
Desde lo más profundo de nuestro
ser debemos estar convencidos de que nuestro futuro depende de nuestro TRABAJO, ESFUERZO, DEDICACIÓN y DECISIONES que
iremos tomando en función de las oportunidades que tengamos y los errores que
cometamos.
Si después de dedicar largas
horas al trabajo no alcanzamos los objetivos deseados en el tiempo estipulado,
deberemos preguntarnos qué estamos haciendo mal, en qué podemos mejorar o si
debemos reformular nuestros objetivos y planificación, pero nunca dejar de
esforzarnos y trabajar.
Porque sólo HACIENDO avanzamos y mejoramos, sólo
HACIENDO obtenemos resultados.
No es lo mismo decir que hacer.
Para inculcar a nuestros hijos una serie de valores, no vale con decir “te
tienes que esforzar”, sino que ellos deben ver el reflejo en nosotros, ver que
sus papás y mamás se esfuerzan en conseguir lo que desean HACIENDO, no diciendo.
Hace unos días
hablé con unos amigos que decían que su hijo no se lanzaba al mundo laboral
porque después de muchos años de estudios de una carrera universitaria, con
malas notas, obtenida gracias al esfuerzo monetario de sus padres, se había
dado cuenta de que no le gustaban las salidas profesionales. Ahora ha decidido
estudiar un Módulo de FP para ver si le gusta más. Al oír esto, otra amiga me
comentó que ella les inculca a sus hijos que se esfuercen porque no es solvente
para pagarles estudios y carreras sin beca.
Y yo me pregunto, ¿qué podrían
hacer los padres con poder adquisitivo para inculcar a sus hijos que se
esfuercen?
O es que ¿no necesitarán nunca
esforzarse?, ¿serán buenos profesionales estas personas que se lo han puesto
tan fácil sus padres?
Aquellos puestos de trabajo que
requieren una alta especialización no podrán ser desempeñados por alumnos que
han “pagado” el título, sino por profesionales con APTITUD Y ACTITUD además de conocimientos.
Gracias
por leerme. Si te ha gustado
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